jueves, 27 de diciembre de 2012

La despedida.

   Aquel día estaba muy cansada, así que decidí  no cenar e irme directamente a dormir. Al caminar, los pies me pesaban, y sentía un dolor punzante en la espalda, casi tan doloroso como el de una cuchillada.
   Llegué a mi habitación y me miré en el espejo, aterrorizada. Mis ojos estaban hinchados, tenía unas ojeras muy profundas y mi rostro estaba casi tan pálido como el blanco de la leche. Luego me acostumbré a verme así, ya que pensé que era normal, pues la pesadez que llevaba encima era muy incómoda.
   Me desnudé y me acosté en la cama en ropa interior, tapada con la manta hasta el cuello. Cerré los ojos y dejé que el tiempo corriese.

   Pasaron unas horas, y de repente desperté en seco. Oí unos ruidos al fondo del pasillo, en la entrada, como si alguien hubiese abierto la puerta. Miré el reloj. Eran las 03:00. Un pensamiento invadió mi mente: <<¿No me había dicho mi madre, hacía ya un tiempo, que las tres de la madrugada era la hora del diablo?>> Al principio me quedé paralizada, pero luego solté una pequeña risa. <<Esto es de tontos, debe ser mi imaginación.>>, pensé.
   Pero el ruido volvió a sonar, incluso antes de que yo pudiese volver a taparme por completo. Entonces salí de la cama, con curiosidad de saber qué podía ser lo que andaba rondado por ahí. Cogí el bate de béisbol que tenía mi hermano en su habitación, y mientras caminaba un escalofrío se apoderaba de mi cuerpo.

   Bajé las escaleras y llegué hasta la entrada, pero no había nadie. Estaba todo tal y como yo lo había dejado horas atrás. Volví a mi cama, relajada y a la vez decepcionada conmigo misma.
   Pero, al llegar a las escaleras, me fijé en que uno de los escalones más altos, había un rastro de sangre. No lo pensé dos veces: Mi madre.
   Subí corriendo las escaleras, manchándome así la ropa de aquella sangre, sangre que pude notar fría.
   Llegué a la habitación de mi madre, y lo primero que vi en la entrada fue la silueta de lo que parecía ser un hombre. Asustada, agarré el bate con fuerza, dispuesta a golpearle; pero antes de que pudiese acercarme a él, levantó una mano y el bate salió disparado hacia el otro lado de la habitación.
   Logré ver mejor a aquel hombre y me di cuenta de que llevaba una máscara puesta, hecha de trapo. Acostumbrada ya a la oscuridad, aproveché para fijarme en si mi madre seguía ahí, en la cama. Y así fue. Dormía plácidamente. Como si no se hubiese dado cuenta de lo que estaba pasando a su alrededor. Pero, entonces, ¿de quién era aquella sangre?
   Me toqué el abdomen y estaba totalmente empapado. En ese instante me pude percatar de una cosa: El charco de sangre que había en la escalera, era mío. Lo había manchado yo.
   Miré a aquel hombre, que me sonrió con malicia y se esfumó. De repente caí al suelo, y sin darme cuenta apenas del golpe, noté cómo mi cuerpo desaparecía lentamente.
   Entonces mi madre se levantó de la cama y salió al pasillo. ¿Qué le pasaba? Yo estaba ahí, tendida en el piso, desangrándome y desapareciendo, y ella pasaba de largo como si no me estuviese viendo.

   Poco a poco me fijé en cómo una sonrisa perturbadora y siniestra se acercaba a mí. Una luz cegadora me dejó completamente fría, y, en ese mismo instante, mi alma desapareció.



 

  ''Aquel día estaba muy cansada, así que decidí no cenar e irme directamente a dormir. Al caminar, los pies me pesaban, y sentía un dolor punzante en la espalda, casi tan doloroso como el de una cuchillada.''

domingo, 23 de diciembre de 2012

Estoy llena de odio.


Hoy me he llenado de rabia y odio hacia todo lo que me rodea, la gente con la que vivo y estoy, cómo  desaprovecho mi vida haciendo estupideces de adolescente y malgastando todas mis virtudes por ser esclava de un sistema.
   No me refiero a que no me guste mi familia ni mis amigos, -es más, creo que ambos grupos son lo mejor que tengo- sino al sitio en dónde me ubico y con quién. Sólo hace falta analizar un poco en qué nos estamos convirtiendo y por culpa de qué o quién. -Principalmente de quién.-
   Ahora mismo ando escribiendo esto aquí porque si lo llego a decir en frente del presidente, llamaría a los policías y me echarían a patadas. Incluso sin estar delante de él; una ya no puede asistir a manifestaciones sin miedo de que le den un porrazo.
  ¿De verdad es necesario todo esto? Mientras nos engañan para que consumamos, los de arriba se quedan forrados de dinero. DINERO. ¿Es tan importante? Estamos siendo utilizados por una clase de gente a la que ni siquiera les importamos.
  Aunque creo que eso ya lo sabemos todos, ¿o no? No hacemos más que quejarnos, pero curiosamente a la vez que nos quejamos, seguimos siendo esclavos del sistema. Sin intentar nada. Estamos pidiendo derechos desde el sofá, sin movernos siquiera. Creemos que tenemos menos poder del que de verdad poseemos. ¿Y sabéis por qué? Porque los de arriba, los que están ahí en sus yates, nos han hecho creerlo así. Pero, ¿por qué no abrimos los ojos? Nosotros valemos más que ellos, el pueblo puede con el presidente, se supone que esto era una democracia, ¡una maldita democracia! Si no fuese por nosotros ellos no estarían ahí arriba, podemos pararlo cuando queramos, pero no queremos porque creemos que no podemos. Somos capaces de bajarlos de ahí sólo con alzar la voz. Sí, es cierto que las últimas manifestaciones no han valido de mucho, -sólo para ver en las noticias a niños con moratones y gente quejándose de que los policías les han dado con la porra- pero podemos hacer más que esas manifestaciones, podemos ganar sin recurrir a la violencia, podemos reírnos de sus caras, podemos dejar de ser utilizados, podemos hacer que ellos caigan en la ruina, no sólo con alzar el puño y la voz, sino con dejar de consumir tanto, dejar de engañarnos, tener un poco más de cabeza y pensar más acerca de lo que nos estamos convirtiendo. Cada uno con sus estrategias, con sus técnicas. Si lo intentamos todos, podremos con ellos. La unión hace la fueza.
  Y esto ya es algo más personal: Miradme, soy una niña de 13 años que escribe esto desde su casa. Y lo escribe para un blog. Mis padres me pagan mis necesidades y algunos de mis caprichos, ¿por qué me agobio por esto? ¿Por qué soy yo la que se molesta si me cubren sin tener que hacer yo nada?
  Pues porque mis padres sufren, mi hermano sufre, la gente que conozco sufre. Y yo con sólo ver cómo será mi futuro, también sufro. Mi padre cobra una pensión bastante baja y mi madre está trabajando muchísimo. A mi hermano hubo una época en la que no le cobraron durante X tiempo. Es difícil cubrir algunos gastos y no hago más que oír como todo el mundo se queja. Miro mis notas y, no, no están mal, ni tampoco geniales, pero aunque estuviesen perfectas, sigo sin tener la suficiente esperanza de que llegaré a ser algo en la vida. Posiblemente el dinero no me llegue para pagarme una universidad y poder ser periodista, estudiar literatura y fotografía. ¿Y si no me llega, qué? A lo mejor me dan una beca, pero cada vez se reducen más. A este paso dormiremos todos en cajas de cartón.
  Y hay gente con una situación peor que la mía. Claro que la hay, muchísimo peor. Gente que no puede ni comer como debería, gente que busca en la basura cualquier cosa que le sirva de algo, gente que duerme en cajas de cartones, gente que espera horas en la cola del paro, gente explotada para ganar un salario de mierda -y perdonad la vulgar expresión, pero es así.-
  ¡Pero puedo pararlo! Tú, yo, y todos. ¿Por qué no lo hacemos? Necesitamos a más personas, sólo gente que sea consciente de todo, si nos unimos valemos más que esa gentecilla que mintió y nos utiliza.
  Sólo se necesitan esperanzas.
  Dame la mano, y luchando podremos vencerlos. 

sábado, 22 de diciembre de 2012

Los malos recuerdos.

     Hay recuerdos que a veces aparecen en tu mente, con el único objetivo de venir y destrozarte. Pero entonces, dentro de unos minutos, -o unas horas- te das cuenta de que realmente esos recuerdos te sirven para percatarte de que, al fin y al cabo, son recuerdos, cosas pasadas, que ya ocurrieron, que superaste, y que ayudaron a mejorar tu autoestima y tu fuerza de voluntad.


    Nada mejor que los malos recuerdos, ¿verdad?




¡De vuelta!

Bueno, en primer lugar; pedir disculpas a mis lectores por esta corta ausencia.
Vengo a anunciaros que ya estoy aquí, con muchas ganas de escribir, y muchísimas reflexiones o relatos que compartir. Mediante pasaba el tiempo sin escribir en el blog, he recurrido a una pequeña libreta donde he escrito todos mis pensamientos y todas mis memorias. Tengo bastantes, y claramente no los publicaré todos en un día, me tomaré mi tiempo. Posiblemente cada un día o cada dos escriba una entrada. Por ahora publicaré una nueva titulada: ''Los malos recuerdos''. Sólo espero que la disfrutéis.
Y, cómo no, gracias a todos por leerme.

       PD: He estado escribiendo una pequeña novela que por ahora no os desvelaré más que el prólogo de tal. Es una sorpresa, que hasta que no la termine de escribir, no sacaré a la luz. Dentro de unos días veréis el comienzo de ella, os lo dejaré para que os podáis hacer una idea. 


domingo, 2 de diciembre de 2012

Ausencia.

Perdonad chicos, pero me debo ausentar durante un tiempo. Hasta febrero o así no volveré a escribir otro relato nuevo. Para compensar la falta de constancia, os traeré el prólogo o los primeros capítulos de una novela que ando escribiendo desde los últimos días. Un beso y muchas gracias por seguir leyendo mi blog con la misma atención que el primer día. 

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El libro de la muerte.

   Israel se encontraba en medio del patio del instituto buscando desesperadamente a Ana. Le tenía que devolver un libro extraño que ella le había prestado unos días antes. Necesitaba dárselo cuanto antes, pues el libro no era de ella, sino de la librería que llevaba su padre, y lo había robado de una de las estanterías del escaparate.

   Aquel libro era muy extraño, pues era totalmente negro, no llevaba título, y todas sus páginas tenían un color naranja pálido y olían a polvo. Alguna de las esquinas estaban rotas o manchadas de grasa.
La historia de aquel libro era muy siniestra. No había un sentido completo. Cada capítulo parecía completamente paralelo al anterior y al siguiente. Los personajes, los lugares, las acciones... todo era diferente. Aunque cada episodio del libro tenía algo en común con los demás: siempre había una niña misteriosa mirando de reojo a los demás en alguna escena aleatoria, y uno de los personajes, normalmente el principal, acababa suicidándose. Pero carecía de importancia.

   Israel seguía sin encontrar a Ana, y cada vez faltaba menos para poder entrar a clase. Una niña desconocida se acercó a él, y sin más, levantó una mano y señaló el porche. Él pensando que aquella niña le dirigía a dónde estaba Ana, obedeció y se encaminó hasta la pequeña sala.
   Lo cierto es que Israel nunca había visto a esa niña por el instituto. Pero no tenía tiempo de pensar en eso, tenía demasiada prisa por encontrar a su amiga.
Llegó al porche y caminando lentamente, mientras movía la cabeza buscando alguna cara conocida, cayó bruscamente al suelo al resbalarse con una notita.

   -¡Joder!

   Se agachó y recogió esa notita para leerla con curiosidad. Decía:

   ''¿Qué haces aquí, Israel? ¿Qué haces que no me estás buscando? Necesito que me des el libro. Lo necesito. Mi padre se dará cuenta de que no está y me peleará. No preguntes por qué sabía que esta carta la encontrarías tú. Porque la respuesta te asustaría . Anda, lárgate de aquí y ve a la puerta de salida del centro, que te estoy esperando.
                                                      -Ana''.
   Israel se sentía muy confuso. Aquella nota le desesperaba. Aún así corrió hacia la salida para darle el maldito libro a Ana.
   Al cruzar el porche y llegar a la puerta, se dio cuenta de que todo estaba vacío. Ya no había gente en el centro. Las voces cesaron por completo y no quedaba rastro de nadie. Horrorizado, salió corriendo. A mitad del camino, se percató de que posiblemente ya habría tocado el timbre, él no se habría enterado y ya estarían todos en clase. Se tranquilizó. Caminó hacia su clase preocupado de no llegar tarde y se cruzó con una pared en medio del pasillo. Una pared que nunca antes había estado ahí.

   -¿Pero qué...? ¡¿Qué coño es esto?! ¡Juraría que ahí no había ninguna pared! ¡Oh, venga ya! ¡¡Que voy a llegar tarde a clase!!

   Israel se llevó las manos a la cabeza y se dio cuenta de algo: una enorme herida en su frente. No paraba de sangrar.
   Ni siquiera le dolía, no sentía nada, ni el líquido de la sangre recorriendo su rostro. Empezó a gritar asustado, no recordaba haberse hecho daño en la cabeza estos últimos días. Es más, haría cinco minutos que su cara estaba en perfecto estado. Comprobó sus manos y se dio cuenta de que no llevaba el libro.

   -¿Y ahora qué..?

   De repente, de aquella pared se abrió un gran agujero negro, que mandaba una fuerte ventisca al exterior. De él, salió disparado un libro, que le dio un fuerte golpe en la cabeza a Israel.
   Él, boquiabierto, cogió el libro y se dio cuenta de que era el libro que Ana le había prestado. Pero esta vez habían diferencias en él: Tenía un título. ''El libro de la muerte.'' Y sus páginas estaban vacías. No llevaban palabras. Ni una sola letra. Nada.
   Se asustó al ver el título, por lo que gritó y tiró el libro al suelo. A pesar de que esta vez el libro tenía título y no quedaban palabras en él, Israel sabía reconocerlo. Había algo que le resultaba familiar. Una sensación bastante escalofriante.

   Al levantar la cabeza y mirar hacia adelante, se dio cuenta de que aquella niña que le señaló el porche en el patio, estaba ahí, delante suya, mirándole de reojo. Israel se paralizó y empezó a temblar. Esa niña le recordaba mucho a las historias de terror del libro de miedo que le había prestado Ana. La niña dio media vuelta hacia él, mirándolo nuevamente. Esta vez mirándole de frente. Ella le sonrió y cerró los ojos. De repente, todo se empezó a ver de color negro. Israel se encontraba en una sala totalmente oscura y vacía. Ponía sus manos delante de su cuerpo, esperando encontrar en ellas una pared en la que apoyarse. Parecía un zombie, caminando lentamente con sus brazos abiertos delante suya.
   Después de un largo rato caminando, sus palmas chocaron con lo que sería una pared. Inmediatamente, apenas haber pasado unas centésimas de segundo, toda esa oscuridad cesó y ahora Israel se encontraba en la azotea de su instituto, con un cuchillo en una mano y el libro en la otra.
   El libro había cambiado el título, de nuevo. Ya no decía ''El libro de la muerte.'' Ahora, su nuevo título, que más que un título era una orden, decía: ''Hazlo.''
   Israel comprendió lo que debía hacer. Tan sólo se acercó al borde del muro, dejó caer el libro sobre el suelo, y puso el cuchillo de manera que su hoja mirase hacia el pecho.
   Él tan sólo dio un paso hacia adelante y cayó al suelo bocabajo, haciendo así, que el cuchillo atravesara su pecho y muriese.
   Suicidio.
   Al otro lado de la azotea se encontraba aquella niña extraña, esbozando una gran sonrisa mientras escribía en el libro de Ana.
   Escribía una nueva historia. Añadía un nuevo capítulo.
   En el que un estudiante de instituto se suicidaba en la azotea de su centro.
   Y, al igual que en los anteriores capítulos, aquel estudiante vio a una niña desconocida que la miraba de reojo.


Attenya Kerstin

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Goodbye.

   La dulce brisa del rocío abrigaba el ambiente de una manera fría y serena.
   Me encontraba frente a una libreta, sin realmente saber qué escribir. Al lado mío, un móvil que parecía que era el único que podía ayudarme en momentos como este. De él salía la música, mi querida acompañante.
   Para relajar un poco, sonaba una canción de Los Beatles. Hey Jude. Había pasado una noche entera desde lo ocurrido, y extrañamente sobreviví. Estuve toda una noche sin pensamientos negativos, excepto el de ''Nada volverá a ser lo mismo'', decorado por esas lágrimas y esas punzadas en el pecho. Aunque, realmente, ese ''No volverá a ser lo mismo'' es suficiente para poder hundirme. Se me inundaban los ojos de lágrimas y la mente de recuerdos. Todas esas bromas, carcajadas, estupideces, y los famosos momentos románticos.. todo eso se había desvanecido. Ya nada iba a volver a ser lo mismo. Ni siquiera un simple ''Hola'' volvería a aparecer entre nosotros. Y ojalá no fuese así, ojalá pudiese volver al pasado y que esto no hubiese sucedido.
   Porque salí perdiendo. Y es algo que no me gusta, y menos aún si se trata de haber perdido a un ser querido, tan tan querido que en vez de querido se diría amado.
   Y todo esto es por culpa mía, culpa de mi ingenuidad, mis tonterías, mis bromas desagradables, mis carcajadas cansinas y desesperadas... Todo eso que me hace odiosa e insoportable.
   Y de todas formas ya nos habíamos distanciado un poco, creo que cada día más, pero aún así yo lo seguía amando como el primer día, hace casi un año.
   Y prometí quererle siempre. Es mi excepción, porque yo no creo en los ''para siempre''. Y lo cumpliré. No porque se lo haya prometido, sino porque lo sé. Y sé que aunque pasen los años y ambos tengamos distintos caminos, nunca me olvidaré de él, porque ha marcado mi vida, porque es una de las pocas personas por las que le daría todo, porque si le pasase algo, yo...
   Yo...
   Yo no sabría que hacer sin él.
   Y me arrepiento de todo.
   Porque no es cualquier persona. No es un amigo. No es un novio. No es un familiar.
   Es algo más.
   Mi salvación.
   Le quiero.

PD: Este relato es totalmente ficticio, no está basada en ningún hecho ni parecido real. Preferiría que no me mandaran mensajes diciéndome ''Ánimo''. Recordad que en este blog, sólo pocas entradas, las mayorías, se basan en algo real o ha sido un pensamiento pasajero en una de mis pequeñas meditaciones cuando estoy sola, pero nada de lo escrito es totalmente real. Gracias.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Aquella tormentosa y especial noche.

   Ambos caminaban bajo un paraguas escondiéndose del gran diluvio de aquella noche.
   Mantenían el silencio, que siempre fue amigo de Lindsey durante años, hasta que se convirtió en su enemigo cuando se trataba de congeniar con otra persona, pues siempre aparecía en los momentos más incómodos.
   Guardaban ciertas distancias el uno del otro, aunque ambos sujetaban el paraguas con sus manos, decidieron no mirarse, ni hablar, ni mostrar ningún gesto molesto, incómodo o de hacerse notar.
  Pero entonces, del sudor de sus manos, los dedos de Ray empezaron a resbalarse por el paraguas, rozando así, los nudillos de Lindsey.
  Cuando se quiso dar cuenta, ya estaba acariciando sus manos, y Lindsey aparentó no importarle. Simplemente mostraba poco interés, mostraba en su actitud callada que no había notado el calor de la mano de Ray en sus dedos.
  Pero a pesar de aparentar aquella indiferencia, se sentía igual o incluso más nerviosa que Ray, pues su corazón le latía fugaz, sus gotas de sudor empezaron a caer por la frente y un cierto temblor se apoderó de sus brazos.
   Seguían caminando, y nada pasaba. Aquella noche era muy oscura y lluviosa. Húmeda, con olor a tierra mojada. Ese tipo de ambientes inspiraban a Lindsey a escribir sus relatos, pues le aportaban tranquilidad y paciencia. 
  Llegaron a una autopista sin paso a los peatones, aunque encontraron una casa cerca de la tierra donde había un gran paterre en el cuál se podían sentar.
  Y así fue.
   Lindsey aún temblorosa por los nervios, le dejó el paraguas a Ray mientras intentaba calmarse, moviendo así, sus manos en todo su cuerpo, frotando su camisa de terciopelo.
   Como cualquier persona, Ray creyó comprender que ella tenía frío, pues dejó el paraguas a un lado, se quitó su cazadora, y sin decir nada ni mostrar ningún gesto demasiado cantoso, puso su sudadera sobre Lindsey.
   Entonces fue ella quién pronunció las primeras palabras de la noche.
-¿No tienes frío?
  Ray prefirió no contestar, pues la respuesta era obvia. Estaban en medio de una autopista, a media noche, con un diluvio encima y el viento casi arrastrando su cuerpo. Pero aún así se sentía mejor consigo mismo prestándole su única fuente de calor a la persona que más amaba.
  Porque se amaban.
  El uno al otro.
  Pero no lo sabían..
  
  Pasado un pequeño rato, Lindsey decidió que era la hora de regresar. Esa paciente noche no había
ocurrido nada más allá de lo normal, pero aún así, tenía ganas de volver a su habitación y acostarse en su cama.
 Tan sólo se levantó del asiento, y Ray le siguió.
 Ya había dejado de llover, así que cerró el paraguas y lo llevó en una mano.
  Justo cuando se levantaron, sus cuerpos mojados chocaron y un fugaz rayo de emoción se apoderaba de sus corazones, dejando así sus mentes inmóviles. Tan sólo empezaron los latidos contra el pecho, que parecía que del cuerpo iba a salir cualquier monstruo palpitante, las piernas comenzaron a temblarles como si de paralíticos se trataran, y las miradas perdidas en los ojos del otro se quedaban clavadas en un mismo instante.
  Casi sin pensarlo, ambos se cogieron de las manos, y mientras Lindsey se mordía el labio inferior, Ray
abría la boca sin darse cuenta de que no podía cerrarla ni aunque quisiese.
  Fue él quien acercó sus manos hacia el rostro pálido de Lindsey, acariciando así sus mejillas coloradas, y apartándole el pelo que le cubría los ojos.
  Lindsey aún seguía quieta, con la mirada clavada en los labios de Ray, deseando acercarse a ellos para besarlos y que por fin se acabara toda la tensión acumulada de aquella noche.
  Ella simplemente acercó su cara a Ray, cuando fue él quien, sin dudarlo ni pensarlo, rozó sus labios contra los de Lindsey, abriendo y cerrando la boca de manera que fuese el típico beso apasionado de cualquier película romántica.
  Y así se quedaron eternos minutos, que para ellos fueron simples milisegundos que pasaban con tanta rapidez que parecían gotas de lluvia cayendo o chispas apareciendo y desapareciendo.
  Cuando el beso acabó, ambos abrieron sus ojos y sin arrepentirse de lo ocurrido, sonrieron. Ray empujó a Lindsey contra su pecho, haciendo así que ella se aferrase a él, que era lo que realmente llevaba haciendo estos últimos años.
  Tanto silencio entre los dos, tan sólo tres palabras pronunciadas, y en cambio, una gran fuente de sentimientos y nervios que se apoderaron de sus actos.
  Actos que cambiaron su vida, y no precisamente para mal.
  
  

sábado, 15 de septiembre de 2012

¿Enamorada o hipnotizada?

   Te miraba a los ojos y observaba que tu pupila, grande y fuerte, reflejaba mi mirada cual espejo calca un movimiento. Y a pesar de tenerme a mí cuando te miraba a ti, me sentía como una extraña estando contigo. Cuando pensaba en ti o estabas a mi lado, siempre desconocía de mí. No me comportaba diferente estando a tu lado, ni siquiera hablaba de otra forma. Sólo sentía que podía ser tuya en cualquier momento, y eso en mí era totalmente extraño, pues nunca fui fácil de enamorar y menos aún de poseer. Yo no quería sentirme así, no me gustaba saber que en cualquier momento, sólo si tú querías, podía volverme tuya.
   -Si es que no lo era ya-.
   Era tan dependiente de tu mirada, de tus brazos, de tus ojos, tu sonrisa, tu piel, tu alma, tu corazón...
   Era tan dependiente de ti, que me sentía atrapada en una cárcel de sentimientos prácticamente oprimidos. No me quería dejar llevar por nada ni nadie.
   Ya no sólo era mi mente la que se resistía, también mi corazón atrapado ante aquella tentación me aconsejaba que me alejara de esos dulces pero malvados ojos que pertenecían a tu mirada.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Aquel viaje.

La dulce humedad del rocío abrigaba sus ansias de comenzar el viaje.
Tan sólo estaba amaneciendo y sus corazones latían como nunca antes habían latido, rápido como un petardo o una gota de lluvia.
Se apoderaba de ellos la desesperación, que les angustiaba puesto que la espera se hacía eterna. ¿Cómo calmar los nervios ansiosos por lo que ocurriría dentro de unas horas?

Cada minuto, cada segundo que pasaba era cada vez más largo. Todos miraban sus relojes con desesperación, observaban como las agujas rodaban tan lentamente. Unos intentaban calmarse leyendo u escribiendo, otros hablando, otros con los móviles... Pero realmente no se podían disimular los enormes nervios que les hacían un nudo enorme en el pecho.

Eterna fue la espera, hasta que por fin llegó el momento que todas las personas de aquella sala esperaban.
Era el momento de partir.
Cada persona se despedía de su familia. Todo el mundo sonreía..
Todo el mundo menos ella.
Ella escondía sus lágrimas tras ese rostro pálido y esos ojos azules océano, pero aún así se podía observar la tristeza de su mirada. Como sus labios no se movían, permanecían quietos. Una cara seria  sintiéndose extraña.
No sabíamos porqué, pero esa niña no venía acompañada de nadie. Simplemente tenía su equipaje en una mano, -que ocupaba tan sólo una pequeña maleta de viaje, a pesar de tener que pasar tanto tiempo fuera- y una carta en la otra mano.
Justo cuando todos iban a salir, ella les pidió esperar un poco. Las demás personas gritaban con desesperación.
Ella tan sólo giró y abrió la carta, la leyó y tiró a la papelera.
Noté como unas lágrimas salían de sus ojos, pero se disimulaban, ya que su rostro no mostraba ningún gesto, ni los ojos rojos, ni la nariz hinchada, ni las típicas señales de cualquier persona que está llorando. Sólo unas cuantas lágrimas humedeciendo sus ojos.
Yo que estaba allí, pude notar como caminaba lento, queriendo no irse nunca. Supuse que se veía obligada a irse.
Mi curiosidad era tan grande, que me acerqué a la papelera a por el papel que la niña había tirado anteriormente.
Para mi sorpresa, esa nota escondía un párrafo no demasiado grande que a pesar de las manchas de posibles lágrimas, se podía leer todo con total claridad.
<<Mi maleta está llena de recuerdos, es por eso que es pequeña, puesto que no guardo demasiado en ella. Pero me gustaría poder llenarla un poco más con visiones del futuro, visiones felices, ya que todo lo que guardo aquí son simples llantos y golpes que sufrí en el pasado.>>

martes, 28 de agosto de 2012

Recuerdos.

Aquella tarde de otoño que se decoraba con una gran capa de cielo naranja, parecía tan sólo uno más de esos días normales en los que se asumía que la vida estaba vestida de color sepia, el ritmo de la gente era muy aburrido y los pájaros ya ni cantaban, sólo se oía la triste brisa del mar que a veces parecía decir socorro.
Aquello era todo muy tranquilo, a veces tanto que parecía una cárcel de sentimientos. No podías apenas sonreír, no porque te lo prohibieran, sino porque no habían razones para hacerlo.
Demasiada era la angustia de los que vivían allí que por mucho que quisieran, no podían escapar de aquella isla triste, seca, aburrida, gris.
Tan sólo unas pocas personas podían permitirse salir de allí, pero no lo hacían porque les parecía especial vivir en ese sitio. Ellos disfrutaban, estaban cómodos, podían hacer fiestas, organizar banquetes, hacían bailes..
Ellos sí sonreían.

Y aunque grande fue el sufrimiento de muchos que vivían ahí, a día de hoy que consiguieron dejar de ser presos de la angustia y sequedad del lugar, echan de menos poder volver a encontrarse frente a las preciosas playas de la isla, que ellas sí eran especiales. Veían cómo las olas chocaban con las piedras, la marea se hacía mayor o menor, los cangrejos se paseaban por las orillas y la arena blanca acariciaba el paisaje con leves ráfagas de viento.
Era lo único bonito de aquel lugar, sin embargo, pocas personas lo sabían disfrutar.

Mucha gente echa de menos esa soledad y esa fría celda que les rodeaba, echan de menos los paisajes de playa, ayudar a las madres o abuelas a salir al mercadillo o ir a la plaza a descansar un poco y desconectarse de todo lo demás.
Que aunque ahora lleven una vida mucho mejor, la infancia es la infancia, siempre se quedará marcada, y aquellos recuerdos secos y tristes todavía pertenecen a su corazón.
Porque son recuerdos.
Y algunos es mejor repetirlos.

sábado, 25 de agosto de 2012

Egoísmo.

(....)

Un cenicero tirado en el suelo. Manchando así de ceniza y colillas todo su alrededor.
Una mesa vieja de madera a punto de hacerse añicos. El olor a café recién hecho proveniente de la habitación principal.
Las velas totalmente consumidas. El polvo cubriendo cada mueble del cuarto. Una almohada sin funda con rajas y manchas de quién sabe qué.
Un libro con páginas rotas y palabras ilegibles. El bolígrafo sin tinta y unas gafas de vista rotas.
En el suelo, una nota mojada.
<<Algunas personas pretendemos buscar la felicidad en hacer sufrir a otros. Pero realmente sólo encontramos más penas.>>



jueves, 23 de agosto de 2012

Presentación.


¿Qué decir de mí que no sepáis ya?
Posiblemente quién lea esto ya me conozca, sepa de este blog a través de alguna red social o de mi blog personal Attenya Kerstin.
Pero aún así desperdiciaré mi ‘’maravilloso’’ –entre comillas, puesto que no es realmente maravilloso- tiempo en hacer un resumen sobre mí.
Mi nombre es Attenya. Como dije anteriormente, tengo un blog personal. Según pongas en el buscador de google ‘Attenya Kerstin’ te saldrá el blog.
Tengo trece años. Y sí, aún soy pequeña, y no sólo pequeña, sino también chiquitita. Pero a pesar de eso, tengo muchas historias que contar, muchas MEMORIAS y PENSAMIENTOS.
Y es por eso que me he hecho este blog.
A medida que ha pasado mi corta vida, he vivido muchísimos momentos que rozan la locura, la depresión, la felicidad y el amor. Y me gustaría contarlos en forma de relato aquí.
Hasta entonces había usado mi blog personal, pero realmente éste sólo lo utilizo unas pocas veces, y por lo tanto hay mucha variedad en él. En cambio me he hecho este blog para tratar sólo de una cosa. O mejor dicho, de dos. –Véase el título del blog.-
Obviamente no todo lo que publique estará ‘basado en hechos reales’, pero sí rozarán temas de situaciones que he vivido, estoy viviendo o me gustaría vivir. Profundizaré cada palabra y momento, habrán muchas metáforas, y cómo no, nombres.
Hasta aquí la presentación, y mañana comenzaré a escribir. Disfrutad.