domingo, 28 de julio de 2013

Ella.

 


Podría hacer comparaciones 
con un ángel incluso,
bella como Luzbel
pero mala como Lucifer.

Es un monstruo de seis cabezas,
es multifacética,
es la imagen reencarnada
del Dios de las Tinieblas.

Te robará el alma 
mientras duermes,
sólo para hacerse más bella.

Ella es una víctima,
¡pobre mujer!
Ella te convierte en piedra
si la miras a los ojos.

Se le escapa de su órbita
la cordura,
y no creo siquiera
que tenga corazón.

Todos somos sus títeres.

Ella te envuelve
con su vocecita melodiosa.

Ella a veces,
es una sirena traidora.

Ella te hipnotiza
con sus ojos brillantes.

Ella a veces,
es un lobo rabioso
disfrazado de borreguito.

Ella te envenena con el perfume
de su cabello tan largo,
tan lacio, tan negro.

Ella es veneno,
y su cabello
es la telaraña
de una viuda negra.



jueves, 4 de julio de 2013

Aquel cuatro de julio de 1966...

   Puedes estar con una persona desde que naces hasta que mueres y no acabas de conocerla totalmente.
   Llevo catorce años, cuatro meses y veinticuatro días junto a una persona, y me atrevo a decir que desconozco todas o la mayoría de sus facetas. Sé cómo se enfada y cómo ama, sé cómo llora y cómo ríe, sé cómo se arrepiente y cómo se enorgullece. Sé cómo cocina y cómo limpia, sé cómo duerme y cómo lee, sé cómo se aburre y cómo se divierte. Pero más allá de eso, nada más. No sé cómo es cuando sale con sus amigas ni cómo cuando liga con mozos. Sin embargo, a través de sus historietas pasadas, podría describir cómo es ella en el presente. No su comportamiento, sino su carácter. Su manera de afrontar los problemas. Quizás, su actitud frente a los obstáculos. La veo como una mujer poco soñadora; más bien realista, fuerte y valiente, con unas cicatrices en su armadura, marcadas por las lágrimas que mancharon su rostro, y una lógica impactante. Es desinteresada y desconfiada. Fiel a sí misma y con unos principios morales bien aplicados. Rencorosa, por supuesto -eso es algo que nunca dejaré de decir- y maniática.
   Le han hecho daño en el pasado y no ha tenido una niñez muy afortunada, pero tales experiencias le han servido para que, a lo largo de su vida, su corazón no sea pisoteado por cualquiera y su alma no se rompa con el primer grito de furia que exprese. Para conocerse a sí misma, y por tanto, ser segura y aceptarse.
   Quizás no sea la persona perfecta, ni ame todos sus complejos, pero acertaré al decir que hay días que se mira al espejo y se ve guapa. A pesar de su mirada cansada, de sus ojos hinchados con ojeras y de lo poco que disimulan sus años. Que se siente dispuesta y fuerte, preparada para cada tormenta que se avecine. Y yo también lo noto.
   Ella es consciente de que el físico se arruina, de que hay que alimentar el alma y no el aspecto, de que los años acaban rompiendo la belleza exterior pero no la interior, es por eso que no le preocupa tanto mirarse al espejo sino que cuida sus formas con total delicadeza.
   Y tal maravillosa persona que describo como el canon de ‘mujer perfecta’ se puede reducir a una palabra de cuatro letras: Mamá.
   Nunca he visto a Mamá como una amiga, nunca como a una compañera, ni como a una hermana, siquiera estoy segura de que tengamos la suficiente confianza para confesarnos todo, pero podría decir que en los momentos más duros por los que he pasado me ha ayudado, ha estado presente en toda complicada situación y no la he echado en falta nunca porque a mi lado se encontraba cada vez que la añoraba. Por tanto, ella no es una amiga, no es una compañera ni es una hermana, es Mamá, algo más fuerte que todos los conceptos mencionados anteriormente, una definición más grande y absoluta que me gustaría conservar en la memoria para siempre.
   No voy a prometer cosas que sé que no cumpliré, no le diré ‘A partir de hoy te haré caso siempre’, ‘Sacaré mejores notas’, ‘Ahorraré para la mejora económica de la familia’, ‘Te haré la comida diariamente sin protestar’, ‘Te acompañaré a hacer la compra todos los días’, ‘Seguiré cada consejo que me digas’ ni todos esos topicazos de las ‘hijas ejemplares’, pues yo no soy ni mucho menos una persona ejemplar, así que lo único que le puedo garantizar con total sinceridad es un beso y un abrazo que nunca, y repito, NUNCA, carecerá de sentimiento.


   Felicidades, Mamá.