miércoles, 5 de septiembre de 2012

Aquel viaje.

La dulce humedad del rocío abrigaba sus ansias de comenzar el viaje.
Tan sólo estaba amaneciendo y sus corazones latían como nunca antes habían latido, rápido como un petardo o una gota de lluvia.
Se apoderaba de ellos la desesperación, que les angustiaba puesto que la espera se hacía eterna. ¿Cómo calmar los nervios ansiosos por lo que ocurriría dentro de unas horas?

Cada minuto, cada segundo que pasaba era cada vez más largo. Todos miraban sus relojes con desesperación, observaban como las agujas rodaban tan lentamente. Unos intentaban calmarse leyendo u escribiendo, otros hablando, otros con los móviles... Pero realmente no se podían disimular los enormes nervios que les hacían un nudo enorme en el pecho.

Eterna fue la espera, hasta que por fin llegó el momento que todas las personas de aquella sala esperaban.
Era el momento de partir.
Cada persona se despedía de su familia. Todo el mundo sonreía..
Todo el mundo menos ella.
Ella escondía sus lágrimas tras ese rostro pálido y esos ojos azules océano, pero aún así se podía observar la tristeza de su mirada. Como sus labios no se movían, permanecían quietos. Una cara seria  sintiéndose extraña.
No sabíamos porqué, pero esa niña no venía acompañada de nadie. Simplemente tenía su equipaje en una mano, -que ocupaba tan sólo una pequeña maleta de viaje, a pesar de tener que pasar tanto tiempo fuera- y una carta en la otra mano.
Justo cuando todos iban a salir, ella les pidió esperar un poco. Las demás personas gritaban con desesperación.
Ella tan sólo giró y abrió la carta, la leyó y tiró a la papelera.
Noté como unas lágrimas salían de sus ojos, pero se disimulaban, ya que su rostro no mostraba ningún gesto, ni los ojos rojos, ni la nariz hinchada, ni las típicas señales de cualquier persona que está llorando. Sólo unas cuantas lágrimas humedeciendo sus ojos.
Yo que estaba allí, pude notar como caminaba lento, queriendo no irse nunca. Supuse que se veía obligada a irse.
Mi curiosidad era tan grande, que me acerqué a la papelera a por el papel que la niña había tirado anteriormente.
Para mi sorpresa, esa nota escondía un párrafo no demasiado grande que a pesar de las manchas de posibles lágrimas, se podía leer todo con total claridad.
<<Mi maleta está llena de recuerdos, es por eso que es pequeña, puesto que no guardo demasiado en ella. Pero me gustaría poder llenarla un poco más con visiones del futuro, visiones felices, ya que todo lo que guardo aquí son simples llantos y golpes que sufrí en el pasado.>>

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