domingo, 3 de febrero de 2013

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   Mis locuras sangran, se pierden en lo profundo de una historia conmovedora y acaban resultando enfermas. Las heridas lloran y se retuercen de dolor, bebiendo sus propias lágrimas antes de que se transformen en recuerdos que yacen lejos de hoy. La insuficiente brisa incómoda que nos decora el ambiente cesa, muriendo así con ella el pesimismo que envolvía nuestras mentes. Y hoy puedo gritarlo todo sin después arrepentirme de nada.

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